Las drogas alucinógenas –también llamadas psicodélicas, psicotomiméticas, visionarias o enteógenas– son sustancias que modifican el estado de consciencia, el pensamiento, el estado de ánimo y, especialmente, la percepción. Su característica más peculiar es su capacidad para inducir visiones o alucinaciones. Existen abundantes compuestos con propiedades alucinógenas, tanto sintéticos como naturales.
A pesar de que la más conocida –por su larga historia– es el LSD, actualmente la más utilizada son las setas alucinógenas.
Cualquier clasificación de las sustancias psicoactivas –por trato penal (legales e ilegales), por efectos (depresoras, estimulantes y alucinógenas), por potencial adictivo (altamente adictivas y no), por intensidad, etc.– es limitada y únicamente orientativa. Así, cuando se hace referencia a drogas alucinógenas se está hablando de drogas cuyos efectos más frecuentes son distorsionadores de la percepción. Estos efectos dependerán no sólo de las características farmacológicas de la droga en cuestión, sino también de la dosis, el contexto y las características personales –predisposición psicológica, carácter, estado de ánimo y otros aspectos.
De forma genérica, el uso de estas drogas provoca pocos casos de dependencia. Sin embargo, están altamente asociadas –especialmente en algunas personas– con consecuencias psíquicas indeseables (que pueden limitarse a unas horas –en algunos casos– o convertirse en permanentes e irreversibles)
Dado sus efectos alucinógenos las personas que las usen deberían extremar los criterios de prudencia y precaución